Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

Una falsa espiritualidad

Trabaja tu condición interior II – Autoengaño. Una falsa espiritualidad

Texto bíblico: Porque el pecado se aprovechó del mandamiento para engañarme y valiéndose de él, me causó la muerte. La ley, ciertamente es santa. Y los mandamientos son santos, justos y buenos.

Entonces, algo de suyo bueno ¿se habrá convertido en mortífero para mí? ¡De ningún modo! Lo que sucede es que el pecado, para demostrar lo que es verdaderamente, me causó la muerte sirviéndose de algo bueno. Y así, con la ayuda del mandamiento, el pecado se convierte en algo sobremanera mortífero.
Romanos 7: 11-13.

“El pecado suele vestirse de elevados motivos morales aprovechándose de la ley santa”. La ley nos arroja luz sobre nuestra condición. Trae conciencia de pecado y nos avisa de lo adictos que podemos ser al pecado. Pero, la ley es para vida, es santa, justa y buena.

El ego siempre insiste en un elevado motivo moral, o como dice Pablo magníficamente, “el pecado aprovechando la ocasión, me sedujo, valiéndose del mandamiento y por medio de él me mató (Romanos 7:11, 13). Es un pasaje de una extraordinaria penetración por parte del apóstol, que yo personalmente no me creería si el disfraz no fuera una cosa tan corriente. Comprobamos así que el ego sigue estando al mando y llevando diferentes disfraces.

Este ego imperial tiene que irse para que la impotencia puede hacer su trabajo correctamente. De lo contrario procuraremos llevar a cabo nuestra transformación interior y personal según nuestras propias normas y nuestro propio poder (esfuerzo), que, por definición, ¡No tienen nada que ver con la transformación”!

La realidad es que la condición humana es cínica e ignorante. Desarrollar y acostumbrarnos a una falsa espiritualidad es fácil. Una espiritualidad inteligentemente disfrazada nada tiene que ver con un yo revestido de Cristo, sino, con un yo vanidoso, soberbio y egoísta, que impide que seamos quienes debemos y podemos ser como hijos de Dios. Una conducta de fe fingida:

  • Bloquea el desarrollo de ser auténtico y transparentes con el Señor y con todos.
  • Refuerza nuestro “ego imperial”.
  • Niega nuestra condición de impotencia para el cambio, ya que se basa en el esfuerzo personal y en el deseo de agradar a los hombres y no a Dios.
  • Procura impedir que el poder de Dios se perfeccione en la debilidad humana.

En conclusión, una falsa espiritualidad no cambia nada de nuestro interior, no trae luz ni plenitud de Cristo. Por el contrario, sigue acumulando vacío y oscuridad.

Nosotros no podemos de ninguna manera avanzar, progresar por nosotros mismos, ni llevar a buen puerto nuestra propia conversión. “Si intentamos cambiar nuestro ego, con la ayuda de nuestro ego, el resultado será ¡un ego mejor disfrazado (más arrogantes y engañado). Como dijera, con distinta formulación, el físico Albert Einstein: por principio ningún problema puede ser resuelto por la misma condición que lo causó”.

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