Nuestra fe
LAS SAGRADAS ESCRITURAS
Creemos que la Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados, y que es tesoro perfecto de instrucción celestial ; que tiene a Dios por autor, por objeto la salvación, y por contenido la verdad sin mezcla de error; que revela los principios según los cuales Dios nos juzgará siendo por lo mismo, y habiendo de serlo hasta la consumación de los siglos, centro verdadero de la unión cristiana, y norma suprema a la cual se debe sujetar todo juicio que se forme de la conducta, las creencias y las opiniones humanas.
DIOS
Creemos que hay un solo Dios vivo y verdadero personal, eterno, perfecto en justicia, infinito en poder, sabiduría y bondad, el cual es Hacedor y sustentador de todo cuanto existe. Que en la unidad de la divinidad existen tres personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, los cuales son iguales en sustancia, atributos divinos y gloria.
Dios Padre. Creemos que el Padre es coeterno con el Hijo y el Espíritu Santo y se llama Padre a la primera persona de la Trinidad. (Ef 3:14-15; Jn 1:14, 18; 14;12-13)
Dios Hijo. Creemos que Jesucristo es Dios manifestado en carne. En Él concurren dos naturalezas: la divina con todos sus atributos, y la humana en absoluta perfección, constituyendo una sola persona indivisible. Creemos en su nacimiento virginal, su vida sin pecado, sus milagros, su muerte vicaria y expiatoria, su resurrección corporal, su ascensión, su obra de mediación y su segunda venida personal en poder y gloria.
Dios, Espíritu Santo. Creemos que la persona divina del Espíritu Santo regenera al pecador y santifica al creyente, en el cual mora, como prenda y garantía de su salvación eterna, para fortalecerlo, consolarlo y conducirlo en una vida de obediencia a Dios. Creemos asimismo que el Espíritu Santo enriquece a la Iglesia con dones espirituales, le da unidad y la guía en el cumplimento de la misión que le fue encomendada por Cristo.
EL HOMBRE
Creemos que el hombre ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza. Constituyendo un ser viviente sin fin de existencia. En su libre albedrío el ser humano ha pecado contra Dios y como consecuencia del pecado ha sufrido una alteración en su relación con Dios y una degeneración en su naturaleza. Por todo ello es pecador por naturaleza y nace bajo los efectos de la co-sangineidad. Solamente puede reparar su estado por medio de la Gracia de Dios ofrecida en la obra de Cristo.
LA EXPIACIÓN
Creemos que la muerte de Cristo tuvo como objetivo la expiación de los pecados de los seres humanos y que sólo en virtud de los méritos de su muerte puede el hombre ser reconciliado con Dios y plenamente salvado.
LA REGENERACIÓN
Creemos que todo ser humano, por naturaleza, es pecador, con una tendencia innata al pecado y una conducta pecaminosa y que como consecuencia, está destituido de la gloria de Dios. Sólo la acción del Espíritu Santo puede transformarlo dotándolo de una nueva naturaleza, mediante la regeneración, para lo cual se requiere por parte del individuo el arrepentimiento y la fe en Cristo, condiciones indispensables para obtener la salvación.
Creemos que la nueva vida de la persona regenerada es sostenida por el Espíritu Santo, el cual prosigue su acción santificadora en el creyente, capacitándolo para vivir santamente y servir a Cristo.
LA IGLESIA
1º Su naturaleza. Creemos que todos los redimidos constituyen la Iglesia Universal y son miembros del cuerpo cuya Cabeza única es Cristo.
2º Creemos que una iglesia (en el sentido de congregación local) es una agrupación de creyentes en Cristo, bautizados según las enseñanzas del Nuevo Testamento, unidos bajo la dirección sagrada del Espíritu Santo, para tributar culto a Dios, promover la edificación de sus miembros, practicar las ordenanzas de Cristo y difundir el Evangelio.
3º Sus ordenanzas. Creemos que el Señor Jesucristo dejó establecidas dos ordenanzas para ser observadas por los creyentes: el Bautismo y la Santa Cena. El Bautismo, símbolo de nuestra muerte al pecado y resurrección a la nueva vida con Cristo, se efectúa por inmersión en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. La Santa Cena fue instituida para conmemorar la muerte de Cristo y debe celebrarse con ambas especies, símbolos del cuerpo y la sangre del Señor respectivamente.
Creemos que es el Señor Jesucristo quien gobierna su Iglesia por medio de su Espíritu y su Palabra, pero Él delega esta tarea en sus hijos a quienes les envía el Espíritu y entrega su Palabra. Por lo que creemos que la Iglesia de Cristo es constituida como una pneumatocracia, y en consecuencia la naturaleza y forma de gobierno de una iglesia no se acomoda a ningún sistema humano aunque estos son buenos y necesarios cuando se respeta la dignidad humana y tienen por finalidad el amor al prójimo en todos los ámbitos de la vida.
LOS DONES
Creemos en la contemporaneidad de los dones. El objetivo es el bien común, la edificación, la consolación y la exhortación, pero no son señal de madurez. Creemos que debemos de estar abiertos a todos los dones, lo que significa aprender sobre ellos. Creemos que hay un orden de importancia de acuerdo a su función y a la hora de ejercerlos según lo establecido en su Palabra. Creemos que el desarrollo de los dones es en vano si no damos prioridad al fruto del Espíritu (debemos llevar fruto). Es responsabilidad del creyente buscarlos.
LA CREACIÓN
Creemos que agradó a Dios crear o hacer de la nada, en el principio, el mundo y todas las cosas que en él hay, ya sean visibles o invisibles.
EL LIBRE ALBEDRIO
Creemos que el hombre, por su caída al estado de pecado, ha perdido absolutamente toda capacidad para querer cualquier bien espiritual que acompañe a la salvación, y, por consiguiente, como hombre natural que está enteramente opuesto a ese bien y muerto en el pecado, no puede por su propia fuerza convertirse a sí mismo o prepararse para la conversión.
El hombre en su estado de inocencia, tenía libertad y poder para querer y hacer lo que era bueno y agradable a Dios, pero era mutable y podía caer de dicho estado.
EL PACTO DE DIOS CON EL HOMBRE
Creemos que Dios ha hecho un pacto llamado comúnmente Pacto de Gracia, según el cual Dios ofrece libremente a los pecadores vida y salvación por Cristo, reclamándoles la fe en El para que puedan ser salvos y prometiendo dar su Espíritu Santo a todos aquellos que creen en El y le aceptan como Salvador y Señor
LA JUSTIFICACIÓN
Creemos que a quienes Dios llama, también justifica gratuitamente, no infundiendo justicia en ellos mismos, sino perdonándoles sus pecados, y contando y aceptando su persona como justa; no por algo obrado en ellos, sino solamente por causa de Cristo; no por imputarles la fe misma, ni el acto de creer, ni ninguna otra obediencia evangélica como justicia, sino imputándoles la obediencia y satisfacción de Cristo; y ellos la reciben y descansan en Él y en su justicia, por la fe. Esta fe no la tienen de ellos mismos: es un don de Dios.
EL ARREPENTIMIENTO Y LA FE
Creemos que las Escrituras enseñan que el arrepentimiento y la fe son gracias inseparables, mediante las cuales, profundamente afligidos y convencidos de nuestra culpa e impotencia, nos volvemos a Dios contritos y humillados, aborreciendo el pecado y reconociendo a Jesucristo como Profeta, Sacerdote, y Rey nuestro, en quien exclusivamente confiamos en calidad de Salvador único y suficiente. La fe, no muerta y siendo la obra del Espíritu de Cristo en el corazón humano, produce buenas obras externas, que Dios ha prometido recompensar, si no son hechas con engaño ni sobre la base de méritos propios. Estas obras glorifican a Dios, y como hijos creados en Cristo Jesús tenemos el deber de hacerlas, pues han sido preparadas por Dios para que andemos en ellas.
LA ADOPCIÓN
Creemos que Dios se digna conceder a todos aquellos que creen en Jesucristo y le reciben como salvador la gracia de ser hechos sus hijos, por lo cual somos contados en el número de los hijos de Dios.
LA SANTIFICACIÓN
Creemos que la santificación es el proceso por el cual, de acuerdo con la voluntad de Dios participamos de su santidad. Es una obra progresiva empezada con la regeneración y continuada en el corazón de los creyentes por la presencia y poder del Espíritu Santo.
LAS BUENAS OBRAS
Creemos que buenas obras son las que Dios ha ordenado en su Santa Palabra. Que estas buenas obras, hechas en obediencia a los mandamientos de Dios, son los frutos y evidencias de una fe viva y verdadera; y que se necesita la influencia efectiva del mismo Espíritu Santo para obrar en ellos tanto el querer como el hacer por su buena voluntad.
LA SEGURIDAD DE LA GRACIA Y LA SALVACIÓN
Creemos que los que creen verdaderamente en el Señor Jesús y le aman con sinceridad pueden en esta vida estar absolutamente seguros de que viven bajo la seguridad de la gracia de Dios.
LA LIBERTAD CRISTIANA Y LA LIBERTAD DE CONCIENCIA
Creemos que Cristo ha comprado la libertad para los creyentes que están bajo la autoridad del Evangelio y que sólo Dios es el Señor de la conciencia.
LA LEY DE DIOS
Creemos que la ley moral obliga por siempre a todos, tanto a los justificados como a los que no están, pero que los verdaderos creyentes no están bajo la ley en cuanto pacto de obras para ser justificados o condenados.
LA ORACIÓN
Creemos que la oración es el medio por el cual nos comunicamos con Dios y por medio de ella profundizamos nuestra amistad con Él, demuestra nuestra total dependencia de Dios como hijos por medio del cual le podemos exaltar, adorar, agradecer e interceder por las necesidades de otros y propias, reconociendo que Dios es Soberano y su voluntad predomina sobre todo y sobre todos.
LA EVANGELIZACIÓN Y LAS MISIONES
Creemos que las Escrituras enseñan que la Gran comisión para llevar el Evangelio hasta lo último de la tierra fue dada a la iglesia en su conjunto, a todos sin excepción por nuestro Señor resucitado y que la proclamación del Evangelio de la Cruz es la gran tarea primera y urgente de la Iglesia de Jesucristo.
LA ADORACIÓN Y EL DÍA DE REPOSO
Creemos que la adoración ha de darse al Dios Trino, y a El solamente; es justo, bueno y hace bien a todos; y que, por tanto, debe ser temido, amado, alabado, invocado, creído… Creemos que Dios ha señalado particularmente un día de cada siete, para que sea guardado como un reposo santo para Él; y que desde la resurrección de Cristo fue cambiado al primer día de la semana.
LA VIDA FUTURA
Creemos que las almas de los que han confiado en Cristo para su salvación, al morir pasan inmediatamente a la presencia del Señor, donde permanecen en estado de consciente bienaventuranza hasta la resurrección del cuerpo en la segunda venida de Jesucristo, cuando el alma reunida al cuerpo estará para siempre con el Señor.
Las almas que rechazan el Evangelio quedan, después de la muerte, en miseria de perdición hasta el juicio final, cuando el alma y el cuerpo resucitados serán destinados a la condenación eterna.
EL JUICIO FINAL
Creemos que Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por Jesucristo.
LA GRACIA DE DAR
Creemos que las Escrituras enseñan que dar es uno de los mandamientos de la fe; que estamos en el deber y tenemos el privilegio de traer nuestros diezmos y ofrendas a la casa de Dios para contribuir en la extensión de su Reino y sustento de su Iglesia. Bajo la gracia nosotros damos las primicias de lo que Dios nos da, pero no pagamos. A Cesar hemos de dar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios.
EL MANDAMIENTO DEL BAUTISMO
Creemos que el bautismo es una ordenanza del Señor Jesús a todos los creyentes. Pueden y deben ser bautizadas todas las personas que han aceptado al Señor Jesús como único y suficiente salvador de sus vidas.
Aquellos que han dado testimonio público de su fe y conversión.
Aquellos que después de un tiempo prudencial así lo soliciten y, bajo el criterio del consejo de la iglesia sean aceptados como candidatos al bautismo.
LA CENA DEL SEÑOR
Creemos que la Cena del Señor Jesús fue instituida por El la misma noche en que fue entregado, para que se observará en sus iglesias hasta el fin del mundo, para el recuerdo perpetuo y para la manifestación del sacrificio de sí mismo en su muerte, para confirmación de la fe de los creyentes en todos los beneficios de la misma, para su alimentación espiritual y crecimiento en Él, para un mayor compromiso en todas las obligaciones que le deben a Él, y para ser un vínculo y una prenda de su comunión con El y entre ellos mutuamente.